miércoles, 24 de junio de 2009

Unas veces mal...

El año pasado por estas fechas andaba yo celebrando con mi familia mi 60 cumpleaños. Me llevaron un fin de semana a una casa rural en Canet lo Roig, cerca de Morella, provincia de Catellon. Me acompañaba mi mujer, mis hijos con sus parejas, mis hermanas y cuñados, mis sobrinos. Fué una sorpresa para celebrar un aniversario singular (Ver en este mismo blog más hacia abajo). Pero este año ando padeciendo el dolor de un cólico nefrítico, una piedra en el riñon que no para de molestarme casi durante dos semas y que, a base de calmantes, anlisis, beber mucha agua y ecografias, los medicos esperan que la piedra, de cinco milimetros, alojada aún en el riñon, decida descolgarse y salir lo más pronto posible y dejarme tranquilo. Y en eso estamos.

Habia reservado unos dias de vacaciones en el trabajo para pasar la verbena de San Juan en Mieras, con nuestros amigos Ana y Francesc, pero hemos tenido que cancelar la marcha dadas las circunstancias. Con medicacion continuada, de la ducha (para aplicarme agua caliente en los riñones), a la esterilla electrica (para seguir dandome calor en la zona), de la cama al sillon, y con visitas médicas, van pasando los dias. La noche de San Juan, noche de verbena en casi toda España, y muy festejada en Cataluña, nos llamó Cristina y Toni para que subiéramos a su casa (viven en el ático), donde pudimos, aprovechado unas horas de calma en mi dolor, celebrar la verbena. Un buen yantar de pan con tomate y embutidos, un buen beber de excelente vino y cava, sin olvidar la tradicional coca de San Juan, y la agradable compañia y conversacion nos acompañaron a los cuatro con un fondo de ruido de petardos, color y luz de los cohetes y el olor a polvora, hasta que me volvió de nuevo el dolor y tuve que regresar a casa a por la medicacion.

Por eso digo, unas veces las celebraciones van bien, otras, se tuercen, unas veces sanos, otras, menos sanos, pero lo que nunca nos ha faltado, y de eso podemos dar gracias, si hay dioses que velan por ello, por tener siempre gente a nuestro lado que queremos y acogemos, y gente, por supuesto, que nos quiere y nos acoge.

Mis recuerdos de infacia acuden a mi memoria cuando en Valencia, por esta época, siendo niño, nuestra parroquia de San Juan de la Ribera celebraba la verbena y se encendia una hoguera en medio de la calzada de la Avenida del Puerto, por aquellos tiempos apenas pasaban coches, y la gente saltaba sobre las llamas. Mi prima y madrina Lolin fué una año clavariesa de las fiestas. No dejan de ser recuerdos fugaces en cuanto a las escenas, pero duraderos en sensaciones.