viernes, 13 de junio de 2008


08/06/2008

El mes de Junio es mes especial para mí. Nací en Junio, en dia 22 de 1948; cumplo este mes, pues, 60 años. Una vida con muchos años de peso para un cuerpo que se va volviendo cada vez más fragil. Tal dia como hoy, dia ocho, mi mujer y yo hacemos treinta y tres años de casados. Muchos años de convivencia tambien, buenos si se saben llevar, malos si se llevan con torpeza, y eso si se llega y no se hacen trizas antes.

Es un mes, pues, de celebraciones. El sabado hubo comida familiar para celebrarlo en plan casero, y por la tarde mi mujer y yo fuimos al teatro, a ver un espectaculo de La Cubana, y nos desmarcamos de los paseos rutinarios. Para el domingo decidimos escaparnos los dos de nuevo y planeamos comer en Sitges. Así que como tenemos la estacion de Sants tan cerca, nos acercamos a Sitges con el tren. Un paseo matinal por la playa y el pueblo pudo romper la rutina semanal del trabajo fuera y dentro de casa, incluido el desayuno en una concurrida terraza y la compra de algunas vanidades, para satisfaccion del ocio y del consumo.

Comimos de capricho en uno de los restaurantes del paseo maritimo, que ya conociamos, y disparamos las fotos de recuerdo (ver fotos). La tarde, una tarde tipica para mujeres en un lugar de turismo, que no se diferencia mucho de las pasadas entre tiendas y escapartes de cualquier ciudad, pero con imágenes nuevas, transcurrió, simplemente.

Y las fotos hechas con la nueva cámara digital, regalo de aniversario, se cargaran en el marco digital, regalo tambien de aniversario. La festividad empezó con imagenes de escenario, siguió con imagenes digitales y se guardaron, atrapadas como sensaniones imborrables, no solo en el pequeño marco físico de las fotografias, sino tambien en el gran marco de nuestro recuerdo.


3/06/2008

Mis recuerdos del Sr. Ramon me acompañan desde mi niñez. Y digo “Sr.” porque, bien por buenos modales, o porque lo veía mayor que yo, le ponía siempre el “Sr.” delante del nombre.

Muy asiduamente , sobre todo algunos sábados y en época de vacaciones, iba a casa de Lolin. Unas veces me quedaba a comer, otras, las más, pasaba allí la tarde. O simplemente, cada vez con menos frecuencia conforme me hacía mayor, pero sin perder la costumbre, seguía visitándola. Lolin, además de ser mi prima, es mi madrina, casada con “Ramonet”, hijo del Sr. Ramon. Vivían en una planta baja, no muy lejos de mi casa en la Avenida del Puerto. Hablo de los primeros años de mi infancia, lugar y tiempo a los que me remito y ubico estos recuerdos.

Tras llamar al timbre de la puerta, se dejaba ver a través de la puerta encristalada en la mitad superior, el largo pasillo por el que venían a abrir. Ese largo pasillo que comunicaba la entrada con el fondo de la casa, se utilizaba para colgar los toldos de lona sobre los que, padre e hijo, pintaban los letreros publicitarios. “Cóm está, sr. Ramon?” – saludaba yo al entrar, pues era a él al primero que solia encontrar pintando. – “Pues ja veus, xiquet, castigat cara la paret”, me respondia el sr. Ramon casi siempre, sin apartar la vista de su trabajo, controlando su mano que sujetaba el pincel. Yo me quedaba de pié observandolos un buen rato, no perdiendo detalle de la precision con que diseñaban primero los trazos de las letras y luego, con gran aplomo de manos, rellenaban las letras con pintura utilizando los pinceles finos para los perfiles, y los más gruesos para el relleno. Trazos verticales y horizontales de una “T”, trazos inclinados de la “A”, o curvas para las “O”, las “D” o las “B”. Letras de todos los colores, letras de todos los tamaños y apariencias se sucedian en esos toldos de lona grandes y pequeños, claveteados en las paredes hasta que la pintura se secaba, y entonces se limpiaban por encima para eliminar los trazos de los dibujos de las letras, y finalmente se doblaban para entregar.

Después de entretenerme mirandolos embobado y flipado con los olores de la pintura y los barnices, pasaba dentro, donde mi prima se dedicaba a tareas de la casa, cuando no ayudaba tambien a pintar, y como no, me preparaba la merienda que me tomaba en mi lugar favorito, en el corral. Este era un espacio descubierto en la parte trasera de la planta baja, con una pila lavadero a la izquierda, junto a la ventana de la cocina. Rodeando las cuatro paredes, sobresalía una techumbre en forma de alero, suficientemente ancha para resguardar las estanterias repletas de utensilios y de botes de pintura que permanecian en espera de ser utilizados o en espera de deshacerse de los que estaban vacios. Una puerta, al fondo derecha, daba a la calle, un callejon sin salida, junto a una escalera por la que se podia subir al tejadillo en el que mi prima tendia la ropa, y por el que me asomaba al callejon. Tanto la corta escalera como la terracita eran mis espacios favoritos exteriores, donde jugaba o leía los tebeos (comics se les llama ahora), Pulgarcito, DDT, Jaimito y, sobre todo, las aventuras del Capitan Trueno, mi héroe de la infancia, aventura completa a todo color que venia en las páginas centrales de Pulgarcito. Por otra parte, cada semana me compraba el cuaderno último editado de las aventuras del Capitan Trueno, cuadernos que continuaban de una semana a otra. No se me han olvidado esos recuerdos, como tampoco la melodia que durante mucho tiempo coincidía emitir la radio mientras leía las aventuras de mi héroe (que rivalizaba con las aventuras del hombre enmascarado y el guerrero del antifaz). esa música era la cancion "Una picolísima serenta". todavía no habian aparecido The beatles en mi vida.

Pero había otra música que venia de dentro de la casa, del pasillo, cuando el sr. Ramon, muy aficionado a la lírica, recitaba "a capella" arias y romanzas de su amplio repertorio. Yo disfrutaba mucho oyendolo cantar, con voz cultivada, sin soltar los pinceles, a menos que tuviese que dar una nota larga y sostenida, y entonces se giraba como dirigiendose a su publico, en una mano el pincel, en la otra el bote de pintura; creo que en su imaginacion se escuchaba los aplausos. Tal vez mi aficion a la música clásica naciera de oir sus romanzas en temprana edad, tal vez tambien por la aficion que me inculcó mi madre, o por la disposicion de mi tio Vicente (padre de mi prima Lolin), que tenia una gran coleccion de discos de musica. Tendría que sumar, también las tardes enteras que, sentado a su lado, escuchábamos microsurco tras microsurco, las obras de los autores mas variados. Estoy convencido que mi cultura musical nació de esos tiempos y espacios, los cuales yo no quise perder, que seguí cultivando tanto en cuanto mi sensibilidad supo captar.

Bueno. solo son recuerdos, pero los recuerdos nos hacen eternos mientras estan en la mente de otros, y es mi deseo que perduren en la memoria de todos porque, de ese modo, se cruzaran y enlazaran espacios y tiempos de unas personas con otras, por muy lejanos que lleguen a estar fisicamente en el espacio y en el tiempo en que vivieron. Fuí creciendo, mi cuerpo y mi mente fueron cambiando, pero mis recuerdos y los momentos vividos permanecieron, y ahora siguen vigentes, esa vida la tengo atrapada, me enrriqueció, la disfruté y me sigue alimentando.

- Fins un altre dia, Sr. Ramon - le decia al despedirme de vuelta a mi casa.
- Adeu, xiquet, aÇí me travoras, cara a la paret. - Me contestaba, sin apartar la vista del pincel ni del toldo.

Hay un cruce contínuo de tiempos y espacios entre contemporaneos allegados o extraños, tanto reales o mediante videos, por lecturas o por audiciones, entre personas, cosas o animales que han llenado ese espacio y ese tiempo llenandonos de imagenes y sensaciones. Aunque no existan ya en nuestro entorno, las seguimos "sintiendo" tan cerca y tan penetrantemente como cuando eran reales. ¿Reales? Es que nuestros recuerdos y nuestras vivencias no son reales?













1/06/2008

Navegando por internet, la casualidad hizo que entrara en una página donde se ofrecian, vendian y subastaban envases de vidrio, botellas de todas las clases y bebidas, vacias e incluso llenas. Fijé la atencion en unas botellas de gaseosa que acapararon mi mente llenandome de recuerdos que me hicieron retornar a mi infancia y pubertad. Eran envases de vidrio de las gaseosas "La flor de Valencia", "El Siglo", "La Pitusa", "La Señera". Pero sobre todo, "La flor de Valencia" es la que me hizo recuperar mi espacio y mi tiempo.

Yo nací en la Avenida del Puerto, 15, en Valencia, donde viviamos mis padres, mis hermanos y mi yaya hasta que derribaron la finca, y pasamos al numero 37. El edificio abarcaba cinco portales, desde el numero 9 al 17, y en el 11 vivia mi tia Pepa, hermana de mi madre; en el 15, nosotros, la familia Sanchez Garcia, donde se quedó a vivir mi padre cuando se casó con mi madre, y que fué la casa de mis abuelos paternos desde que se quedó aquí mi yaya, a los ocho años, cuando vino de la casa de sus padres en Chiva, para vivir con sus tios; y en el 17 vivía mi tia Maria, tambien hermana de mi madre, y casa de la familia Garia Tolsá hasta que se casó y se quedó con la casa. Mi madre se fué al numero 15 con mi padre, por tanto, mis padres ya compartian juegos de infancia. El dueño del edificio, el señor Zapater, era tambien el dueño de la fábrica de Gaseosas "la Flor de Valencia", que estaba ubicada en la parte trasera de la finca y que ocupaba una nave tan ancha como la del edificio, nave que se veía perfectamente desde las galerias de nuestras casas, ya que las viviendas daban a la fachada princiapal en la Avenida del Puerto los balcones y, por detrás, las galerias, a las naves de la fábrica. El acceso a la fábrica se hacia por un portal adaptado para la entrada de camiones que, por la galeria era perfectamente observable la entrada y salida de vehículos y personal.

Cada portal del edificio solo daba acceso a dos pisos, con dos viviendas por planta, y un tercero donde se ubicaban los porches, 4 (uno por vivienda) que servian de cuartos trasteros donde se acumulaban los muebles inservibles, los recuerdos que no se querian tirar, o los trastos que algun dia se pudieran recuperar, pero que en casa ocupaban sitio. Mi padre adaptó aquel espacio y se puso un banco de ebanista, cajas con herramientas, y allí, en ratos libres o quitados al sueño realizaba trabajos caseros o de encargo. Recuerdo la calor que en verano pasabamos allá arriba, pues no había ventilacion, cuando subia a hacerle compañia o a ayudarle. Permanece en mi memoria perfectamente el lugar, con el techo en bajante como en las buhardillas, que habia que agacharse para llegar a los rincones y unos ventanucos encristalados que asomaban al exterior. Desde la barandilla del ultimo piso (el segundo, donde vivíamos nosotros, en la puerta cuatro), se anudaba una cuerda que bajaba por el hueco estrecho de la escalera, cuyo otro extremo se anudaba al pasador del cerrojo de la puerta de acceso a la escalera, una puerta maciza de madera con una aldaba en forma de mano sosteniendo una bola, en el exterior. Cada aldabonazo se identificaba con el numero de la puerta, p.e., con cuatro golpes en la aldaba se estaba llamando a la puerta cuatro, entonces se salia a la escalera y se estiraba de la cuerda para abrir el cerrojo y solo habia que empujar la puerta para entrar al patio. La escalera, estrecha tambien, que daba acdeso a los pisos, era de escalones de terrazo con los bordes de madera ya gastada, descolorida y vetusta. Estoy hablando de una época en que se podia dejar la puerta de casa abierta, con toda tranquilidad, para que corriera el aire haciendo corriente con el balcon o la galeria.

Cuando coincida otro tiempo y espacio me extenderé más sobre los recuerdos que se grabaron en esas otras vivencias. Esta botella de gaseosa "La flor de Valencia" que enccontré en la web, me llevó a la fabrica que le daba nombre y que fué el entorno de mi niñez. Gaseosa que se tomaba sola o mezcalda con vino para hacerla más especial, gaseosa que se llevaba junto con el bocadillo de la cena a los cines de barrio, y se cenaba en la butaca viendo las peliculas y psandose la botella de uno a otro, con su ruido de escapada de gas al abrir el tapon de porcelada con mecanismo de palanca. Gaseosa que se bebia en los merenderos de la playa (en las calurosas noches de verano o los tórridos dias de poniente), mezclandose tambien con la cerveza. La única alternativa al agua para salirse de la rutinaria bebida y festejar las comidas de los dias festivos.

Me baje de la web algunas fotos de las botellas que convivieron en mis primeros años, las cuales expongo para quien tambien quiera despertar recuerdos, o para quien quiera conocer lo que otros vivieron que, al fin y al cabo, sigue siendo historia, con su tiempo y con su espacio.