miércoles, 25 de junio de 2008

Celebracion 60 aniversario





21/06/08 -(1)-

Yo nací el 22 de Junio de 1948, en la Avenida del Puerto, 15 de Valencia. Mi madre me tuvo en casa, en su dormitorio que fué la alcoba de mis abuelos paternos. La sistieron en el parto la comadrona, mi yaya Carmen que es la madre de mi padre que vivia en casa, y la sra. Aurora, la vecina de la puerta de al lado, persona muy allegada a la casa, confianza que ya venia de la excelente vecindad mantenida con mi yaya. Según me han contado muchas veces, salí del vientre de mi madre medio ahogado y amoratado, negro me decian, no recuerdo si por estrangulamiento con el cordon umbelical o por ahogamiento en las coronaciones mientras intensaba salir. El caso es que me llevaron a la cocina, y me pusieron bajo el grifo, al chorro del agua fria, seguido de una palmada en las nalgas. Todo ello produjo tal reaccion que me provocaron el lloro, aunque tenue, pero suficiente para estabilizar y asegurar el éxito de mi nacimiento. Solo pesaba 1500 gramos.
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En estos dias, sesenta años despues, celebro mi nuevo cumpleaños, siempre luchando para mantener la vida, dejando por el camino otras vidas, la de mi yaya, mis padres, incluso un hermano menor que yo, pero redeado con nuevas vidas que nacieron después que yo, y que mantienen una misma familia que se alarga por un extremo al mismo tiempo que se acorta por el otro. Cuando llegue mi final, toda esa vida que fué mia, rodeada de otras vidas que me acompañaron, habra formado un tiempo y un espacio que se fué cruzando con otros tiempos y espacios, contemporáneos y no tan contemporaneos.
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Pues bien, para celebrar el acontecimiento, mi mujer decidio que lo celebrariamos, hoy sábado 21, comiendo fuera de casa, en un restaurante que nos habian recomendado por tierras de Tarragona. Y el domingo, lo haríamos en casa de mi hija. Así que de buena mañana, mi hijo y Montse en su coche, y mi mujer y yo en el de mi hija y Roman, salimos a la autopista. Pasamos la provincia de Barcelona y entramos en la de Tarragona, nos detuvimo en un área de servicio para almorzar, y seguimos nuestro camino por la carretera. Nos adentramos en la provincia de Castellon y comenté: "Pues sí que está lejos el restaurante elegido. Qué no habia alguno, bueno, pero más cerca?" Metidos de lleno en el Bajo Maestrazgo, llegamos al pueblo de Canet lo Roig que, aunque pertenece a la diocesis de Tortosa, está en la provincia de Castellon, y se habla tanto el valenciano como el tortosí o el catalan. Ubicado en la cuenca del rio Cervol, la poblacion está entre Vinaroz y Morella. Su gentilicio es el de canetanos. Mientras esperamos en la puerta del restaurante, esquina a una de las plazas del pueblo, por cierto, buscamos la sombra huyendo del sol que caía de pleno y empezaba a calentar con fuerza. No sé que pasaba, pero desaparecia mi hija, salia Roman a buscarla y desaparecian los dos, y tardaron en regresar a donde estabamos esperando. En los móviles no habia cobertura, excepto en puntos muy estratégicos del pueblo, uno de ellos en la placeta donde esperábamos, por lo que no era fácil localizar a alguien. Al cabo de unos minutos, reunidos ya los seis, se decidió dar una vuelta por el pueblo para hacer tiempo hasta la hora de comer y que aproveché para hacer alguna foto.
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Entre sol y sombra callejeamos hasta llegar a un portal con una cancela por entrada, en un edificio de piedra reformado que no disimulaba ser tan añejo como los olivos que circundaban los campos cercanos, y entre juegos de fotos en grupo, empujaron la puerta de entrada de lo que me dijeron era un museo, y entraron arrastrandome hacia el interior. La luz de la calle contrastó con la ocuridad del interior y me costó que la vista se adaptara al nuevo espacio. Atisvaba muebles viejos rurales y utensilios de labranza; abrieron una puerta que habia a la derecha del pequeño zaguan y entre claroscuros divisé figuras humanas, como si un gran mural o cuadro sobresaliera de la habitacion. Todos se quedaron a mi alrredor, observandome, de pronto veo que las figuras parecen moverse. Se enciende una luz, destellean flases de varias cámaras digitales y me doy cuenta que reconozco las caras de lo que parecia un gran mural. Allí estaban mis hermanas con mis cuñados y sobrinos, todos apiñados y rodeados con una cinta azul con un gran lazo. Mi hermana Amparin saca un enorme tarjeton de felicitacion y lee el contenido del texto. Me estaban felicitando en mi cumpleaños, ellos eran el regalo sorpresa que mi mujer y mis hijos , en complicidad con ellos, me estaban entregando ahora. Mi cara de pasmado inicial fué tomando nuevos aspectos hasta que asimilé por completo la nueva situacion, y sacando el sombrero que todavia llevaba puesto, saludé a todos con alegria emocionada, subí el escalon que nos separaba, desabroché el lazo que los envolvía, y tome psesion del regalo abrazandolos a todos.
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El edificio era una casa rural de tres plantas (ver fotos), con bodega en el sotano, preparada para convivir 18 personas, y que ahora iba a ser nuestro albergue de celebracion de mi cumpleaños durante el fin de semana, de mis sesenta años, rodeado de mi familia más allegada: mi mujer, mis hijos y sus parejas, mis hermanas y mis sobrinos que habian venido de Valencia, incluso Pepa, llevando a mi hermano Vicente en su corazon, llegada de Murcia. Todos complices para festejar y compartir este evento. Tras las explicaciones de regalo tan callado y amagado, entendí que la lejania del restaurante para celebrar el cumpleaños era para llegar a la casa rural que habian alquilado con el mayor secreto. Que la salida por la mañana al supermercado para solo comprar una tiritas, era escusa para sacarme de casa y que mis hijos cargaran en el coche las bolsas preparadas para pasar el fin de semana, ropa, medicinas, etc. Que las idas y venidas de unos y otros mientras esperabamos a la puerta del restaurante, era para contactar con mis hermanas, que estaban alertas a nuestra llegada para preparar la sorpresa y guiarnos a la casa, ya que todo habia sido preparado por internet: la casa rural, la comida del restaurante de hoy y la de mañana, en el pueblo de al lado, Traiguera, en un antiguo monasterio llamado "Els Capellans", lleno de encanto tambien.
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A partir de ahí recorrimos, los recien llegados, toda la casa, todas las habitaciones, unas individuales, otras de matrimonio y hasta con leteras, a mi mujer y a mí nos dejaron la habitacion que tenía por cama un dosel que cubria la cabecera, y desde el pozo (el trull, que daba nombre a la casa, en la entrada donde me dieron la bienvenida), pasando por los multiples cuartos de baño, el sotano con la bodega y el almacen de aceite, hasta llegar al último piso donde se ubicaba la amplia cocina con doble banco y una larga mesa con bancos de madera para sentarse, y contigüa a ella el salon, con una chimenea en el centro, grandes ventanales que daban acceso a las dos fachadas de la esquina, sin obviar los diferentes objetos decorativos que hacian referencia a antigüedades (gramola, llaves antiguas, prensas, herramientas del campo de las mas variadas, sofas y sillones, etc.). Lo único moderno era la television.
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Después de recorrer con detalle la casa y oir la version de los preparativos que a cada uno le fué encomendado, y de situar las maletas en las habitaciones, salimos hacia el restaurante para comer. Eran ya las dos de la tarde.