viernes, 13 de junio de 2008














1/06/2008

Navegando por internet, la casualidad hizo que entrara en una página donde se ofrecian, vendian y subastaban envases de vidrio, botellas de todas las clases y bebidas, vacias e incluso llenas. Fijé la atencion en unas botellas de gaseosa que acapararon mi mente llenandome de recuerdos que me hicieron retornar a mi infancia y pubertad. Eran envases de vidrio de las gaseosas "La flor de Valencia", "El Siglo", "La Pitusa", "La Señera". Pero sobre todo, "La flor de Valencia" es la que me hizo recuperar mi espacio y mi tiempo.

Yo nací en la Avenida del Puerto, 15, en Valencia, donde viviamos mis padres, mis hermanos y mi yaya hasta que derribaron la finca, y pasamos al numero 37. El edificio abarcaba cinco portales, desde el numero 9 al 17, y en el 11 vivia mi tia Pepa, hermana de mi madre; en el 15, nosotros, la familia Sanchez Garcia, donde se quedó a vivir mi padre cuando se casó con mi madre, y que fué la casa de mis abuelos paternos desde que se quedó aquí mi yaya, a los ocho años, cuando vino de la casa de sus padres en Chiva, para vivir con sus tios; y en el 17 vivía mi tia Maria, tambien hermana de mi madre, y casa de la familia Garia Tolsá hasta que se casó y se quedó con la casa. Mi madre se fué al numero 15 con mi padre, por tanto, mis padres ya compartian juegos de infancia. El dueño del edificio, el señor Zapater, era tambien el dueño de la fábrica de Gaseosas "la Flor de Valencia", que estaba ubicada en la parte trasera de la finca y que ocupaba una nave tan ancha como la del edificio, nave que se veía perfectamente desde las galerias de nuestras casas, ya que las viviendas daban a la fachada princiapal en la Avenida del Puerto los balcones y, por detrás, las galerias, a las naves de la fábrica. El acceso a la fábrica se hacia por un portal adaptado para la entrada de camiones que, por la galeria era perfectamente observable la entrada y salida de vehículos y personal.

Cada portal del edificio solo daba acceso a dos pisos, con dos viviendas por planta, y un tercero donde se ubicaban los porches, 4 (uno por vivienda) que servian de cuartos trasteros donde se acumulaban los muebles inservibles, los recuerdos que no se querian tirar, o los trastos que algun dia se pudieran recuperar, pero que en casa ocupaban sitio. Mi padre adaptó aquel espacio y se puso un banco de ebanista, cajas con herramientas, y allí, en ratos libres o quitados al sueño realizaba trabajos caseros o de encargo. Recuerdo la calor que en verano pasabamos allá arriba, pues no había ventilacion, cuando subia a hacerle compañia o a ayudarle. Permanece en mi memoria perfectamente el lugar, con el techo en bajante como en las buhardillas, que habia que agacharse para llegar a los rincones y unos ventanucos encristalados que asomaban al exterior. Desde la barandilla del ultimo piso (el segundo, donde vivíamos nosotros, en la puerta cuatro), se anudaba una cuerda que bajaba por el hueco estrecho de la escalera, cuyo otro extremo se anudaba al pasador del cerrojo de la puerta de acceso a la escalera, una puerta maciza de madera con una aldaba en forma de mano sosteniendo una bola, en el exterior. Cada aldabonazo se identificaba con el numero de la puerta, p.e., con cuatro golpes en la aldaba se estaba llamando a la puerta cuatro, entonces se salia a la escalera y se estiraba de la cuerda para abrir el cerrojo y solo habia que empujar la puerta para entrar al patio. La escalera, estrecha tambien, que daba acdeso a los pisos, era de escalones de terrazo con los bordes de madera ya gastada, descolorida y vetusta. Estoy hablando de una época en que se podia dejar la puerta de casa abierta, con toda tranquilidad, para que corriera el aire haciendo corriente con el balcon o la galeria.

Cuando coincida otro tiempo y espacio me extenderé más sobre los recuerdos que se grabaron en esas otras vivencias. Esta botella de gaseosa "La flor de Valencia" que enccontré en la web, me llevó a la fabrica que le daba nombre y que fué el entorno de mi niñez. Gaseosa que se tomaba sola o mezcalda con vino para hacerla más especial, gaseosa que se llevaba junto con el bocadillo de la cena a los cines de barrio, y se cenaba en la butaca viendo las peliculas y psandose la botella de uno a otro, con su ruido de escapada de gas al abrir el tapon de porcelada con mecanismo de palanca. Gaseosa que se bebia en los merenderos de la playa (en las calurosas noches de verano o los tórridos dias de poniente), mezclandose tambien con la cerveza. La única alternativa al agua para salirse de la rutinaria bebida y festejar las comidas de los dias festivos.

Me baje de la web algunas fotos de las botellas que convivieron en mis primeros años, las cuales expongo para quien tambien quiera despertar recuerdos, o para quien quiera conocer lo que otros vivieron que, al fin y al cabo, sigue siendo historia, con su tiempo y con su espacio.

1 comentario:

Quinto grado reporteros dijo...

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